Aparicio Saravia: Un legado que atraviesa los siglos

El Mirador Arachán – Especial de Aniversario

16 de agosto de 1856 / 5 de septiembre de 1904

 

En un nuevo aniversario del nacimiento del General Aparicio Saravia, desde El Mirador Arachán nos proponemos ir más allá del homenaje tradicional. Esta nota busca ofrecer una visión crítica y documentada de su figura, explorando no solo al caudillo revolucionario que marcó un siglo, sino también al pensador político cuyas ideas aún interpelan al Uruguay actual y, especialmente, al Partido Nacional.

Nacido el 16 de agosto de 1856 en Cerro Largo, Saravia se formó en una tradición de lucha que excedía lo partidario. Desde joven estuvo vinculado al federalismo y a la defensa de los derechos de los departamentos frente al centralismo montevideano. Su participación en la revolución de 1897 y luego en la de 1904, en la que perdería la vida, fueron expresiones de una concepción política que apostaba por la democracia real, la representación genuina y las garantías electorales efectivas.

Pero Aparicio no fue solo un jefe de guerra. Fue también un hombre con una profunda vocación institucional. En su proclama de Nico Pérez (1903), Saravia expresaba que el objetivo de la revolución no era tomar el poder por la fuerza, sino exigir el cumplimiento de la Constitución y de las promesas no honradas por el gobierno colorado.

«El Ejército del Partido Nacional acaba de dar el más alto ejemplo de patriotismo, al exigir que se respeten los derechos ciudadanos y se asegure la pureza del sufragio.»
— Proclama de Nico Pérez, 30 de marzo de 1903

A lo largo de nuestras investigaciones, accedimos a cartas personales entre Aparicio y su hermano Basilicio Saravia, donde se refleja una visión estratégica clara, pero también un perfil profundamente humano. En una de ellas, Aparicio escribe:

“¿Quién te obliga a un procedimiento tan indigno? ¡No será mi nombre el que encubra actos que repugnan al honor!”
— Carta de Aparicio a Basilicio, 1898

Estos documentos, poco difundidos, muestran a un líder con ética, sensibilidad política y conciencia de su rol histórico.

Masoller: la muerte del hombre, el nacimiento del mito

La batalla de Masoller, el 1º de setiembre de 1904, marcó no solo el final de su vida, sino también el principio de su legado inmortal. Gravemente herido en combate, se retiró a territorio brasileño, donde moriría días después. Sin embargo, su figura trascendió la derrota militar.

La Paz de Aceguá, firmada tras su caída, puso fin a las guerras civiles en Uruguay y dio paso a la consolidación del régimen democrático moderno. Las reformas que vendrían con José Batlle y Ordóñez a partir de 1911 no hubieran sido posibles sin el sacrificio político y personal de Aparicio Saravia.

Saravia en el siglo XXI: presencia y ausencia

En el Partido Nacional actual, la figura de Saravia sigue siendo reverenciada. Su imagen está presente en banderas, bustos, discursos y hasta en el lenguaje político. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿qué tanto del ideario saravista vive en la práctica política nacionalista de hoy?

Saravia abogaba por la descentralización real, la autonomía departamental efectiva, la representación proporcional, y el fin del fraude electoral temas que aún son parte de la agenda nacional, con avances y retrocesos. Su idea de una “República federal” sigue siendo, para muchos, una cuenta pendiente.

Desde El Mirador Arachán, creemos que el mejor homenaje que puede rendirse a su figura no es repetir su nombre, sino retomar sus ideas con coraje y coherencia. En tiempos donde la política se debate entre la eficiencia técnica y el alejamiento de la gente común, Aparicio Saravia sigue siendo un llamado a no olvidar que sin principios, no hay República.

El monumento y la memoria

El monumento ecuestre de Saravia, ubicado en Montevideo e inaugurado en 1956, obra del escultor José Luis Zorrilla de San Martín, contiene tierra del campo de Masoller en su base. Allí puede leerse:

«La tierra oriental tiene sangre de héroes que con el General Aparicio Saravia derramaron su vida por la libertad de todos.»

Ese monumento no solo recuerda una vida, sino que interroga al presente: ¿qué significa hoy ser saravista? ¿Dónde reside su legado: en las estatuas o en las acciones?

Conclusión

Aparicio Saravia fue más que un revolucionario: fue un constructor de futuro. Su lucha por un Uruguay más justo, más representativo y más descentralizado sigue vigente. Su vida y su muerte no fueron en vano, y su legado, cuando se estudia en profundidad, se revela como una brújula ética y política para los desafíos actuales.

En este nuevo aniversario, lo recordamos no con nostalgias vacías, sino con el compromiso de mantener viva su memoria, cuestionando, proponiendo y construyendo desde la historia hacia el porvenir.

Fuentes consultadas: