EL CABALLO DEL ESCUCDO NO ES ADORNO

Columna de opinión – Por Fabián Magallanes | Desde Cerro Largo

En Melo, como en tantos rincones del Uruguay profundo, ver desfilar a caballo a gurises, veteranos y familias enteras no es una postal pintoresca ni una tradición vacía. Es una muestra viva de lo que somos. De lo que fuimos y ojalá sigamos siendo.

Porque el caballo no es folclore. Es símbolo, es herramienta, es identidad. Y ese que aparece en el escudo nacional, suelto, en movimiento, no está ahí por casualidad: representa la libertad. Una libertad nacida en la campaña, no en los palacios. Una libertad que se defendió con lanza, a campo traviesa, al lomo del coraje.

Ese caballo suelto dice más que mil discursos. Habla de la nobleza del hombre de campo, de su esfuerzo sin pausa, de su vínculo con la tierra y con la historia. Y habla, también, de una realidad que duele: el Uruguay que trabaja más, es muchas veces el Uruguay que menos se escucha.

Hoy, al conmemorar 200 años de la Declaratoria de la Independencia, muchos repiten frases artiguistas. Pero Artigas nació en el campo, se hizo en el campo y murió defendiendo al campo. No hay forma de honrar su legado sin reconocer a quienes hoy siguen peleando desde la raíz.

Porque mientras algunos escriben la palabra “patria” desde escritorios cómodos, hay quienes la viven desde la intemperie. Mientras se debaten presupuestos y reformas, hay familias rurales que hacen malabares para quedarse en el medio rural, criando gurises con valores, sin pedir aplausos, solo respeto.

Y entonces, la pregunta es:

¿Está el campo verdaderamente en la agenda nacional?
¿O lo seguimos usando como símbolo cuando conviene, mientras las decisiones se toman de espaldas a su realidad?

Los caminos, el acceso a salud, la conectividad, la educación rural, la producción familiar, la ganadería chica, los jóvenes que quieren quedarse: todo eso también es patria.

No se puede hablar de futuro si se deja de lado al que pone el cuerpo para producir, criar, cuidar y sostener lo que otros consumen sin pensar.

Por eso, que este 25 de agosto no sea un acto más. Que ese desfile a caballo no sea solo una imagen emotiva para redes sociales. Que sea una señal clara: el Uruguay del interior está vivo, tiene voz, y merece ser escuchado.

Y que el caballo del escudo nos recuerde, a todos, que la libertad no es solo un principio fundacional, sino una tarea diaria. Que se honra con hechos, con justicia y con decisiones que incluyan de verdad a quienes hacen patria de sol a sol.