Cuando los vecinos llegan al centro de la ciudad de Melo, hay una presencia que se impone con silenciosa firmeza.
la Iglesia Catedral Nuestra Señora del Pilar y San Rafael. No es solo un edificio; es un testigo de cómo se fue escribiendo la historia de nuestro capital departamental, de cómo la fe y la identidad arachana caminaron juntas.
Nadie recuerda que en sus orígenes fue apenas una modesta parroquia, un templo sencillo que con el tiempo quedó chico para la comunidad que crecía a su alrededor. En 1865 se colocaron los cimientos de lo que hoy conocemos como Catedral. Una década más tarde, en 1875, ya se erguían las paredes de la nave central y, al año siguiente, el 25 de mayo de 1876, se inauguraron la fachada y la nave principal.
La obra no se detuvo allí. En 1925 llegó la primera nave lateral, en 1943 la segunda, y recién en 1962 se alzaron las dos torres que hoy son parte inseparable del paisaje melense. Cada etapa de construcción marcó un tiempo distinto de Cerro Largo y del país.
Más que piedra y campanas.
Pero esta Catedral no es solo arquitectura. Es también un espejo de la misión de la Iglesia en Uruguay, que a lo largo de la historia supo estar presente en la educación, en la contención de los más frágiles y en la transmisión de valores comunitarios.
Hoy, con más de 400 parroquias distribuidas en todo el país, la Iglesia Católica sigue siendo parte activa de la vida nacional, con escuelas, hogares, centros de apoyo a familias y programas de ayuda social que alcanzan especialmente al interior.
En un tiempo en el que muchos ponen en duda el papel de la religión en la vida pública, la Catedral de Melo recuerda con su sola presencia que la fe, la cultura y la identidad arachana siempre estuvieron entrelazadas. Y nos interpela: ¿qué lugar le damos hoy, como sociedad, a esos símbolos que sobrevivieron a guerras, dictaduras, crisis y cambios de época?
Siento que nuestra misión es mirar más allá de las paredes y los campanarios. La Catedral es un monumento, sí, pero también es memoria viva y una invitación a pensar quiénes somos como pueblo. No se trata solo de historia, sino de identidad. Y en esa identidad, Melo y Cerro Largo tienen todavía mucho por decir.
Por: Fabian Magallanes